Y de repente estalla,

y ya es demasiado tarde para frenarlo. Todo tu cuerpo se invade de esa sensación. 

Los pelos como escarpias, el latir rítmico de tu corazón se desboca. No sabes articular palabra, ni sabes a donde mirar. No quieres quedarte, pero tampoco irte. No quieres escucharlo pero su silencio o no recordar casi su voz, te ensordece. ¿Y su risa? Más que ensordecerte te enloquece no oírla.
Te prende como el fuego, y te hiela con una mirada. Es noche y es día. Es lo mejor y es lo peor. Es lo que te dará vida y lo que te llevará a la muerte. Es todo y es nada.
Y ahí, justo en ese momento, estarás perdida. Ya no será la Tierra quien te sostenga, porque será él. Por mucho que le des te parecerá poco, y querrás darle más, querrás dárselo todo de ti.


Justo en ese momento te darás cuenta de que, por desgracia o por fortuna, te has enamorado.


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