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Mostrando entradas de agosto, 2011

Llueve en casa

Me he pasado toda la mañana recogiendo agua del salón. No es que se haya roto ninguna tubería, ni tampoco que la lavadora se haya resentido por los trapos sucios de todo este tiempo juntos.  Es que desde que te has ido, no deja de llover en casa. ¿Sabes lo jodido que es aliñar la ensalada con un paraguas en la mano, o aguantar cada mañana el rapapolvo de mi vecina Antonia que se queja de las goteras?, ¿Te haces una idea del estrés que supone tener que zambullirme bajo el agua para abrir el grifo y poder prepararme una valeriana, o despertar en mitad de la madrugada sobresaltada, cayendo en la cuenta de que he olvidado regar las plantas? No dejo de quitar nubes de lo alto de los armarios, nubes grises, nubes negras, nubes de todos los colores y texturas, llenas de agua, llenas de tormenta. ¿Crees que no me di cuenta de cómo brillabas cuando salías por la puerta? Te ibas radiante, de sobra sabía que te habías llevado puesto el sol. Menos mal que aún conservo un trozo de luna llena

Otra noche

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Pues aquí estoy. Tumbada en la cama, bolígrafo en mano, tratando de escribir algo coherente ya que he desistido en eso de dormir… Miro el móvil, quizás esperando un sms de esos que me hacían sonreír, una llamada perdida de un número que no tenga porque le has pedido el móvil a alguien para llamarme, o no sé, una señal, algo… Pero la única imagen que mi móvil me devuelve es la de un fondo negro bajo un reloj digital que marca las 3:27. Menudas horas eliges para colarte en mi mente.. Tratando de conseguir un poco de sueño, abro el reproductor y selecciono la lista de reproducción “Slow” que tan minuciosamente creé con las canciones lentas que más me deprimen. Hago click en una al azar y aparece esa canción. Sí. ESA. De las 95 canciones que contiene esa lista y que suponen 6 horas y 32 minutos de música lenta, aparece justo esa. ¿Casualidad? ¿Putada por parte de mi móvil? Qué importa… Me limito a dejarla sonar mientras miro al techo con poco interés. Cierro los ojos, y las frases que

Pum.

Esa sensación que te da cuando sabes que todo lo que te decían no eran más que excusas, patrañas que utilizó en su día para conseguir un solo objetivo. En cuanto te enganchas, las palabras desaparecen, porque al fin y al cabo, eran palabras vacías. Tan vacías como se encuentra ahora tu ser, tu alma.. sintiéndote nada. Y tu lloras, te rallas pero.. ¿porqué te rallas? Porque en su día te juntaron 3 sílabas que para esa persona no significaban nada, pero que en ti hizo que cambiara algo. Y ahora, te sientes solo, diciendo una y otra vez que pasas de todo, que todo te da igual, pero sabes de sobra que no es así, no eres capaz de pasar tan rápidamente de todo, lo intentas pero te es imposible, al contrario, cada día te importa más.. y la única manera de mentalizarte que encuentras es decírtelo a ti mismo una y otra vez.. "paso de todo, paso de todo", pero es mentira, son palabras tan o más vacías que las que te dijeron en su día.

Las palabras se las lleva el viento, y tú te vas con ellas

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A finales de agosto, con un tiempo más bien revuelto me encuentro en mi cama, con el pijama de invierno y bajo una manta más bien gruesa. Mi sensación en este momento sería difícil de describir, siento sobretodo amor, hacia ti y hacia tu persona; siento odio, y tiene los mismo remitentes que el sentimiento anterior, siento impotencia, rabia, confusión. Siento que te he perdido para siempre. Siento que esta vez no podré levantarme, ya no. Prefiero acostarme en el suelo frío y esperar, quieta, a que el destino haga de mi lo que tenga pensado, pero.. ¿luchar? No, no puedo ya. Te fuiste y contigo se fueron mis ganas de sonreir, de soñar, de hablar, de sentir, de levantarme una y otra vez después de cada golpe, de luchar, y hasta de vivir. Las palabras, las conversaciones guardadas que tengo, tanto en la memoria de mi pequeño portátil como en mi propia cabeza, llegan a mi recuerdo de forma confusa e incluso aterradora. No puedo evitar que las lágrimas rebosen mis ojos, simplemente por

Príncipes y princesas

No es fácil confiar en alguien después de que te hayan roto el corazón. Los sentimientos se crean una coraza que consigue que nadie sepa lo que se traen entre manos y poco a poco te van comiendo por dentro e invadiendo tu cuerpo hasta llegar al punto en el que solo eres una batalla de secretos luchando por salir, por ser gritados a toda voz y poder ser entendidos por la única persona en el mundo que puede hacerlo. Todo esto te obliga a proponerte unos “requisitos” que impedirán que tus secretos más íntimos vuelen a los cuatro vientos sin dirección ni sentido. Piensas que esa persona tiene que hacerte sentir única, que desapareciera el mundo cuando estáis juntos… esa persona tiene que hacerte sentir especial cada día, cada hora, cada minuto. Porque en realidad no necesitamos ranas que al besarlas se conviertan en príncipes, necesitamos ranas que al besarlas nos hagan sentir princesas. Volver a sentir la ilusión, la seguridad, el cariño… Porque a veces un solo segundo es suficiente para

Lejanía

Hay varios tipos de lejanía. Una surge cuando notas que se crean barreras insalvables entre tú y otra persona. Cuando se pierde la complicidad y dejan de ser interesantes los motivos que os unían. En este caso, no pasa nada. Fue algo que te acompañó durante un tiempo, después acabó. Conservas sólo buenos recuerdos de esa relación, sabiendo –tal vez con un poco de melancolía- que nunca volverás a recuperar lo perdido. Otra lejanía, es la dolorosa. Es poner distancia antes que alejar. Tal vez, porque tan sólo su presencia, nos impide echar el vuelo para continuar nuestra vida. Es la distancia que aleja a la persona definitivamente de nosotros porque el fin que los dos buscamos, es diferente. A veces también se da la lejanía, cuando no se cuida una relación. Cuando la desidia ocupa el lugar de los detalles, y nunca hay tiempo para nada. Entonces todo se enfría, y ya nada es lo que era. Una sonrisa... ya no provoca las nuestras; ya no apetece abrazar... y no se siente ni frío ni calor. La