Invierno.

Ha llegado la época de tener los pies helados y las manos aún más frías de lo normal.


La época de darle mil vueltas alrededor del cuello a la bufanda gordita, a ponerte mil capas de camisetas por debajo del jersey, a ponerte chaquetas y abrigos calentitos. A andar por la calle sin querer ni poder sacar las manos de los bolsillos. La época en la que deseas, por mucho que odies el frío, que nieve.
La nieve es como mágica. Aún mejor que la lluvia.

Es la época de llegar con mejillas y nariz colorada a casa. De ver tu aliento. De que te castañeen los dientes. De que te tiemblen las piernas.
Es la época de los abrazos regalados.

Con el invierno viene la Navidad. Vacaciones, vuelta a casa. Abrazos, buenos deseos, nuevas metas que pretendes conseguir en el año que se aproxima. Con el invierno vuelve la ilusión. Y al final del mes navideño también viene el desenfreno. La última fiesta del año, el último baile del año. Las últimas risas y bromas del año. Los últimos abrazos del año. Y los primeros del siguiente. Los últimos besos del año. Pero también los primeros.
Es una época de renovación. De renacimiento. Es como enterrar un año, con todos los recuerdos que conlleva y asistir, el mismo día, al nacimiento de algo nuevo y mejor. Pero que sea un año mejor que el anterior está en la mano de cada uno.

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