All eyes on us

Le ves, a lo lejos, su cabeza sobresale por encima de la multitud. Inconscientemente te pones nerviosa, miras hacia otro lado, te llevas la mano al pelo. Tu mente se pregunta si te saludará, si te tomará en cuenta. Y todo esto en tres segundos, en lo que tarda en llegar hasta ti, mientras tu finges no haberle visto diez metros atrás.
Estira su mano para acariciarte la mejilla, y finges sorprenderte ante su presencia. Aprovechas esa emoción de la sorpresa fingida para darle un gran abrazo, para refugiarte de nuevo, por fin, entre sus brazos.
Él te devuelve el abrazo, con mucho amor, y os quedáis así. Durante un tiempo, el que haga falta.
¿Sabéis esos abrazos en los que, sin querer, no puedes evitar cerrar los ojos? Te deleitas en tocar de nuevo su piel, en sentirte arropada, cuidada, protegida. Te sientes observada, porque si algo vuela, son los rumores. Pero, ¿y qué?
Pocos son los abrazos que te hacen sentir así, pocas son las personas que con el gesto más simple como es apretarte entre sus brazos, te hacen despegar.

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