Daniela


Era menuda y tenía el pelo negro azabache, como su madre. Sus ojos eran como el chocolate negro, pero el hecho de ser oscuros no suponía que fueran inexpresivos. Al contrario, transmitían mucho más que cualquier ojo claro que hubiera visto nunca. Tenía un don especial, cuando dejaba ver su amplia y blanca sonrisa, tenía la capacidad de hacer que a la otra persona también le apeteciese sonreír. 


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