Como si me lloviese encima cada día

Te despiertas sin ganas de hacer nada, pero teniendo que hacerlo todo. Ya de buena mañana te invaden esos pensamientos, esos que te hacen sacar lo peor de ti, o lo mejor, tú decides. ¿Quién podrá ejercer mayor presión sobre ti que tú mismo? Y en mi caso, ¿qué única persona te cree incapaz de lograr tus metas, si no tú mismo?
Tú tienes en tus manos labrarte tu futuro, construirte tu propio destino. Tienes dos opciones. Tirar la toalla y dejar que todo fluya y siga su curso, que todo se vaya al garete más bien. O poner cada lágrima y cada gota de sudor, cada bostezo y cada dolor corporal en esforzarte a conseguir lo que te propongas.
Hay mucho por ganar si lo consigues, pero mucho más que perder si te rindes.
El verdadero problema es que entonces llega ese momento en el que te encuentras sin fuerzas, psicológica y físicamente. Empiezas a repasar lo que has hecho para llegar hasta éste punto, lo que has pasado, lo que te has esforzado. Entonces, caes en cuenta de qué te impide el paso para continuar con tu futuro justo ahora, y no es más que tú mismo. ¿Cómo luchar contra uno mismo? ¿Cómo no caer ante el hecho de que ni si quiera tú confías en tus propias capacidades?
Solo queda esperar. Quedan pocas horas, o para el final de una etapa y comienzo de una muy distinta, mejor y lejos, o para volver a empezar, perdiendo el tiempo.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Ella.

All eyes on us